lunes, 26 de noviembre de 2007

Perdonemos a Dios

Caminaba yo por la extraña ciudad de Buenos Aires, cuando de repente ingresé al Centro Cultural Recoleta. Luego de unas salas, una me llamó la atención sobremanera. Un telón negro cubría su acceso y tras él, voces debatían cosas ininteligibles. En un asomo de valor y curiosidad tomé la cortina con mi izquierda y tras ella una pared me impedía la visión hacia el interior. Las voces no callaban, es más, parecían un debate de ecos en una gran habitación. Me estremecí. La pared ante mí decía:

Clarice Lispector - "Felicidad Clandestina". 1971

Al rodear la pared, descubrí para mi sorpresa, que el cuarto no era enorme como imaginaba, sino que era de pequeño tamaño. En el centro de lugar estaba instalado una especie de caja que constaba de dos espejos cuadrados, uno en el piso y otro en el techo, enfrentados entre si. No tenía paredes, solo unos caños que sostenian al espejo de arriba y la alturar de la caja era la de una persona alta. En el interior de la instalación, y sostenida por tansas, una enorme rata marrón embalsamada flotaba en el infinito que los reflejos que el espejo ocasionaba. Nadie más se encontraba en el lugar, pero las voces continuaban. No sin miedo pensé que las voces provenían de mi cabeza, pero cuando mire hacia arriba para verme inútilmente la frente descubrí que un reproductor de CDs repetía una y otra vez la grabación que sugería que perdonemos a dios, y que olvidemos a la rata...
"Perdonemos a dios, olvidemos a la rata. Aunque nadie nos escuche ya... Perdonemos a la rata..." La grabación superponía la voz con la de otros que exponían posibilidades de qué hacer con dios y la rata. Mi mente confundida observó hacia abaj
o y vió un túnel infinito y virtual en el que la rata y yo nos reflejabamos sin fin. Me mareé y levanté la vista. Curioso, me pregunte si el efecto se produciría igualmente mirando hacia arriba. Mi sorpresa no fue grande al descubrir que el túnel infinito y virtual tambien se extendía hasta donde alcanzara la mente y más allá. Nuevamente la rata y yo nos eternábamos en la luz, juntos hacia el infinito sin principio y sin final.

A continuación, el texto de Clarice Lispector (1920 - 1977) titulado "Perdonando a Dios", incluído en el libro "Felicidad Clandestina" (1971).

Les recomiendo que lo lean, porque no puedo obligarlos...